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Los
Sacramentos, signos de vida:
Sacramento
es, según el diccionario, el "rito encaminado a lograr la
participación del hombre en la divinidad". Esto quiere decir que,
a través de él, del sacramento, hacemos visible la acción invisible
de Dios en nuestra vida y en nuestra historia.
La
función de los sacramentos es comunicarnos la gracia de Dios o aumentar
en nosotros su acción, reconociendo que Él siempre tiene la
iniciativa. Por ello, son manifestaciones marcadas por signos que nos
hacen visible la fuerza y la acción de Dios. A través de ellos, se nos
comunica vida y participación en la Iglesia; en ellos nos hacemos parte
del Pueblo de Dios y fortalecemos nuestros vínculos con la Iglesia,
recibimos la fe y nos relacionamos con la comunidad y con nuestra vocación
cristiana. Por ello, no es aventurado señalar que los sacramentos son
signos de vida, ya que nos comunican y aumentan la gracia de Dios, Padre
amoroso que nos entrega la vida, Santo Espíritu que nos infunde sus
dones e Hijo amado que nos entrega la salvación y su cuerpo para que
también seamos salvos.
Una característica
particular de los sacramentos es que son "indelebles", es
decir, "que no se pueden borrar". Dicho en otras palabras, el
sacramento que se ha recibido es una gracia que queda permanentemente en
nosotros, lo que no significa que nuestras acciones sean siempre en
conformidad con ella, sino que están permanentemente en nosotros
apuntando hacia nuestra verdadera vocación de hijos de Dios.
Los
Sacramentos, herencia de Cristo:
Los
sacramentos, como tales no son un "invento" de la Iglesia. Han
sido dejados en la tradición por el mismo Jesús, quien señaló a sus
apóstoles y a la comunidad como depositarios de ellos, para recordarlo,
para hacer efectiva su presencia y para vivir intensamente la unión a
la comunidad en él mismo. Así entonces, si bien su sistematización y
difusión han sido dadas a la Iglesia, ellos salen de la mano del mismo
Cristo y, por ello, su fuerza está en la misma divinidad y en el
encargo de Él de realizarlos en su nombre.
¿Cuántos
y cuándo
Los Sacramentos de la Iglesia católica son siete. Si bien es cierto
ellos nos acompañan a lo largo de toda nuestra vida, se han dividido en
tres etapas para comprender mejor
su acción en nosotros. Así entonces, tenemos los Sacramentos de
Iniciación Cristiana (Bautismo,
Confirmación y Eucaristía), los Sacramentos de la Curación
(Penitencia Reconciliación y
Unción de los enfermos) y los Sacramentos al Servicio y Misión de los
fieles (Matrimonio y
Orden). Cada uno de ellos se "viven" durante toda la vida,
pero se reciben en momentos
adecuados. En este sentido, para recibir cada un de ellos se ha de
cumplir una preparación
especial que implica asumir el sacramento con real responsabilidad y
compromiso.
SACRAMENTOS DE INICIACIÓN CRISTIANA
Mediante los sacramentos de la iniciación cristiana, el Bautismo, la
Confirmación y la Eucaristía, se ponen los fundamentos de toda vida
cristiana. "La participación en la naturaleza divina, que los
hombres reciben como don mediante la gracia de Cristo, tiene cierta
analogía con el origen, el crecimiento y el centro de la vida natural.
En efecto, los fieles renacidos en el Bautismo se fortalecen con el
sacramento de la Confirmación y finalmente, son alimentados en la
Eucaristía con el manjar de la vida eterna, y, así por medio de estos
sacramentos de la iniciación cristiana, reciben cada vez con más
abundancia los tesoros de la vida divina y avanzan hacia la perfección
de la caridad" (CIC 1212 ).
EL
BAUTISMO:
El Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana (...) y la puerta
que abre el acceso a otros sacramentos. Por el Bautismo somos liberados
del pecado y regenerados como hijos
de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la
Iglesia y hechos
partícipes de su misión. (cf. CIC 1213)
¿Quién puede recibir el bautismo?:
Toda persona puede recibir el bautismo, con la única condición de no
haberlo recibido antes.
Ciertamente que la forma y el medio como se recibe varía si quién lo
recibe es un adulto, un
joven o un niño recién nacido. De cualquier manera, es importante
acercarse a la parroquia y
hacer las consultas respectivas para recibir este sacramento.
¿Cuáles son sus signos principales?
Si bien es cierto, el rito esencial del sacramento es la inmersión o
derramamiento del agua,
en tres oportunidades, sobre el bautizando, hay otros signos
importantes, como la unción
con el santo crisma, la profesión de fe y el compromiso de padres y
padrinos de educar en la fé al bautizando.
LA
CONFIRMACIÓN:
El Sacramento de la Confirmación nos une más íntimamente a la Iglesia
y nos enriquece con
una fortaleza especial del Espíritu Santo. De esta forma, nos
comprometemos mucho más,
como auténticos testigos de Cristo, a extender y defender la fe con
nuestras palabras y
nuestras obras. (cf. CIC 1285)
¿Quién puede recibir este sacramento?
Todo bautizado aun no confirmado puede y debe recibir este Sacramento.
Antiguamente el
sacramento de la confirmación era entregado antes de la primera comunión
o inmediatamente después de ella. Sin embargo y por razones Pastorales
importantes, se aconseja recibirlo después de haber participado de los
sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía. Habitualmente se recibe
alrededor de los 18 años, después de dos años de preparación, pero
es posible que adultos reciban este sacramento con una preparación
especial. En cualquier caso, es importante acercarse a la parroquia para
consultar sobre los procesos de preparación y los medios para recibir
este sacramento según sea el caso.
¿Cuáles son sus signos principales?
El rito esencial de la confirmación es la unción con el Santo Crisma
en la frente del bautizado, con la imposición de la mano del ministro y
las palabras: "Recibe por esta señal el don del Espíritu
Santo". (cf. CIC 1320)
LA
EUCARISTÍA:
La
Eucaristía es fuente y cima de toda la vida cristiana. Los demás
sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras
de apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan. La
sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la
Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua. (...) Por la celebración
eucarística nos unimos a la liturgia del cielo y anticipamos la vida
eterna cuando Dios será todo en todos( cf. CIC 1324 y 1326).
La Eucaristía como tal es celebrada por todos los fieles que asisten a
ella en la parroquia o
capilla, pero es presidida por el sacerdote. En este sentido somos todos
partícipes de este
sacramento, más la participación plena se da en la comunión, en el
compartir el Cuerpo y la
Sangre de Cristo, que se entrega a nosotros para nuestra salvación.
Es importantísimo recalcar el sentido comunitario de este sacramento,
ya que es la Iglesia
entera la que entrega en ofrenda el pan y el vino que se convertirán en
el Cuerpo y la Sangre
de Jesús. Junto a estos dones, se ofrece toda la vida y la comunidad,
para celebrar junto la
resurrección y la vida de Cristo.
¿Quienes pueden recibir este sacramento?
Todo
bautizado puede y debe recibir este sacramento. Pero es importante que
esté preparado para ello. Esto significa estar en armonía espiritual
con Dios y con la Iglesia, en fraternidad con el hermano. La comunión
es la participación plena en la vida y en la salvación de Cristo, por
ello exige de nosotros un compromiso de adhesión y de fe. Es común que
para la Comunión se prepare a niños entre los 8 y 9 años. Esta
preparación suele durar dos años.
Obviamente,
quién no ha recibido su "primera comunión" a esta edad,
puede hacerlo
posteriormente, con una preparación adecuada. Es, por esto, muy
importante consultar en la
parroquia respectiva los procesos de formación y preparación
necesarios para recibir este
sacramento en toda su plenitud.
¿Cuáles son sus signos principales?
Ciertamente que la Eucaristía tiene su signo principal en la consagración,
donde el pan y el
vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Al compartir el
cuerpo y la Sangre de
Cristo, tenemos la oportunidad de participar vivamente de la salvación
de Cristo, asistimos a
su muerte y resurrección y nos preparamos para vivir conforme a su
palabra. Por ello, la
liturgia del perdón y la liturgia de la palabra, nos preparan para este
momento central de
nuestra fe.
En la comunión del cuerpo y la sangre de Cristo, estamos haciendo vida
nuestra fe. La
comunión es el signo más fundamental de nuestra fe y, por ello, hemos
de recibirla con una
preparación adecuada. La participación en la Eucaristía se recomienda
en forma asidua,
siendo imprescindible en los días de precepto y , la comunión como
tal, en ocasión de
Pascua de Resurrección.
SACRAMENTOS
DE CURACIÓN
Jesús mismo quiso que la Iglesia continuase, con la fuerza del Espíritu
Santo, su obra de curación y salvación de los hombres, incluso en sus
propios miembros. Esta es la finalidad
de los dos sacramentos de curación, del sacramento de la Penitencia y
de la Unción de los
enfermos. (cf. CIC 1421).
EL
SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN:
El
pecado es, ante todo, ofensa a Dios, ruptura de la comunión con Él. Al
mismo tiempo, atenta contra la
comunión con la Iglesia.
Por
eso la conversión implica a la vez el perdón de Dios y la
reconciliación con la Iglesia, que es lo que expresa y celebra litúrgicamente
el sacramento de la penitencia y la reconciliación. (CIC 1440) El
sacramento de la Reconciliación está constituido por el conjunto de
tres actos realizados por el penitente y la absolución del sacerdote.
Los actos del penitente son: el
arrepentimiento, la confesión o manifestación de los pecados al
sacerdote y el propósito de
realizar la reparación y las obras de penitencia.
¿Quienes
pueden recibir este sacramento?
Todo bautizado está llamado a la penitencia y la reconciliación, en
tanto la debilidad humana
nos hace atentar contra la comunión con Dios y con la Iglesia. La
confesión individual e
íntegra de los pecados graves seguida de la absolución es el único
medio ordinario para la
reconciliación con Dios y con la Iglesia. Es importante acercarse a la
parroquia y solicitar los
horarios de atención del sacerdote, para prepararse convenientemente a
recibir la
Reconciliación.
¿Cuáles son sus signos principales?
Como ya se ha señalado, consiste en los tres actos del penitente más
la absolución del
sacerdote. Más este último constituye, en sí, la reconciliación con
Dios, que nos pone en
camino de la reconciliación con el hermano.
UNCIÓN
DE LOS ENFERMOS:
El sacramento de la Unción de los enfermos tiene por fin conferir una
gracia especial al cristiano que experimenta las dificultades inherentes
al estado de enfermedad grave o vejez
(CIC 1527). Es un acto de reconciliación y aceptación de la voluntad
de Dios, ponerse en sus
manos y esperar confiados en su voluntad, uniendo nuestro dolor y
nuestro sufrimiento al
sufrimiento y al dolor de Cristo en la cruz, para ser liberados con Él
en la plenitud de los
tiempos.
¿Quienes pueden recibir este sacramento?
Cada vez que un cristiano cae gravemente enfermo, puede recibir la Santa
Unción, y también
cuando, después de haberla recibido, la enfermedad se agrava.(CIC
1529). En cualquiera de
estos casos, los familiares han de acercarse con tiempo a la Parroquia o
capilla para
solicitar la asistencia del sacerdote. Esto es importante, pues suele
ocurrir que, en la
premura del tiempo y en la gravedad del enfermo, el sacerdote no se
encuentre en la unidad
pastoral o esté dedicado a otra labor que le impida asistir
inmediatamente. Esto es muy
importante, pues sólo el sacerdote puede administrar este sacramento.
¿Cuáles son sus signos principales?
Lo esencial de la celebración de este sacramento consiste en la unción
en la frente y las
manos del enfermo con el santo crisma, acompañado de la oración litúrgica
del sacerdote
celebrante que pide la gracia especial de este sacramento.(cf. CIC 1531)
SACRAMENTOS AL SERVICIO Y MISIÓN
DE LOS FIELES
Los sacramentos del Orden y del Matrimonio, están ordenados a la
salvación de los demás. Contribuyen, ciertamente a la propia salvación,
pero esto lo hacen mediante el servicio que
prestan a los demás. Confieren una misión particular en la Iglesia y
sirven a la edificación del
Pueblo de Dios. (cf. CIC 1534)
EL
SACRAMENTO DEL ORDEN:
El Orden es el sacramento gracias al cual la misión confiada por Cristo
a sus apóstoles sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin
de los tiempos: es, pues, el sacramento del ministerio apostólico en su
triple dimensión de santificar, enseñar y gobernar. Comprende tres
grados: el episcopado, el presbiterado y el diaconado. (cf. CIC 1536) El
sacramento del Orden está al servicio de la comunidad y de la
construcción del Reino. Sólo en ella, en la comunidad, en el servicio
a ella éste ministerio logra su plenitud.
¿Quienes pueden recibir este sacramento?
La Iglesia confiere el sacramento del orden únicamente a varones
bautizados, cuyas
aptitudes para el ejercicio del ministerio han sido debidamente
reconocidas. A la autoridad de
la Iglesia corresponde la responsabilidad y el derecho de llamar a uno a
recibir la ordenación.
(CIC 1598). La Iglesia Latina confiere el sacramento del orden a varones
que están
dispuestos a abrazar libremente el celibato y que manifiestan públicamente
su voluntad de
guardarlo por amor del Reino de Dios y el servicio de los hombres,
correspondiendo a los
Obispos conferir el sacramento del orden en los tres grados señalados
con anterioridad.(cf.
CIC 1599 y 1600)
¿Cuáles son sus signos principales?
El sacramento del Orden es conferido por la imposición de las manos ,
por parte del Obispo,
seguida de una oración consagratoria solemne que pide a Dios para el
ordenado las gracias
del Espíritu Santo requeridas para su ministerio. La ordenación
imprime un carácter
sacramental indeleble. (CIC 1597)
EL
SACRAMENTO DEL MATRIMONIO:
La alianza matrimonial, por la que un hombre y una mujer constituyen una
íntima comunidad de vida y de amor, fue fundada y dotada de sus leyes
propias por el mismo Creador. Por su
naturaleza está ordenada al bien de los cónyuges así como a la
generación y educación de
los hijos. Entre bautizados, el matrimonio ha sido elevado por Cristo Señor
a la dignidad de
sacramento. (CIC 1660)
¿Quienes pueden recibir este sacramento?
Los bautizados que no hayan recibido el sacramento del matrimonio con
anterioridad y que
no tengan ningún impedimento de carácter eclesial, pueden contraer
matrimonio. El acto
sacramental del matrimonio, tiene un carácter público, ya que la
comunidad oficia de testigos
junto al celebrante (sacerdote o testigo cualificado de la Iglesia).
Esta es una manifestación
de un estado de vida que es público en la Iglesia, de allí su carácter
y la necesidad de los
testigos.
Contraer un nuevo matrimonio por parte de divorciados mientras viven sus
cónyuges legítimos
contradice el plan y la ley de Dios enseñados por Cristo. Los que viven
en esta situación no
están separados de la Iglesia, pero no pueden acceder a la comunión
eucarística. Pueden
vivir su vida cristiana sobre todo educando a sus hijos en la fe. (CIC
1665)
¿Cuáles son sus signos principales?
El matrimonio se funda en el consentimiento de los contrayentes, es
decir, en la voluntad de
darse mutua y definitivamente con el fin de vivir una alianza de amor
fiel y fecundo. (CIC 1662)
Nota Importante: Sin perjuicio de lo anterior, cada Unidad Pastoral
(capilla, parroquia, colegio
de iglesia, movimiento apostólico, etc...) puede tener requisitos específicos
para algunos
sacramentos.
Citas
CIC: Catecismo de la Iglesia Católica. Los números indican el párrafo
del cual está citado o
parafraseado el texto. Estos números aparecen en el original del CIC.
Los
Sacramentos, signos de vida:
Sacramento es, según
el diccionario, el "rito encaminado a lograr la participación del
hombre en la divinidad". Esto quiere decir que, a través de él,
del sacramento, hacemos visible la acción invisible de Dios en nuestra
vida y en nuestra historia.
La
función de los sacramentos es comunicarnos la gracia de Dios o aumentar
en nosotros su acción, reconociendo que Él siempre tiene la
iniciativa. Por ello, son manifestaciones marcadas por signos que nos
hacen visible la fuerza y la acción de Dios. A través de ellos, se nos
comunica vida y participación en la Iglesia; en ellos nos hacemos parte
del Pueblo de Dios y fortalecemos nuestros vínculos con la Iglesia,
recibimos la fe y nos relacionamos con la comunidad y con nuestra vocación
cristiana. Por ello, no es aventurado señalar que los sacramentos son
signos de vida, ya que nos comunican y aumentan la gracia de Dios, Padre
amoroso que nos entrega la vida, Santo Espíritu que nos infunde sus
dones e Hijo amado que nos entrega la salvación y su cuerpo para que
también seamos salvos.
Una
característica particular de los sacramentos es que son
"indelebles", es decir, "que no se pueden borrar".
Dicho en otras palabras, el sacramento que se ha recibido es una gracia
que queda permanentemente en nosotros, lo que no significa que nuestras
acciones sean siempre en conformidad con ella, sino que están
permanentemente en nosotros apuntando hacia nuestra verdadera vocación
de hijos de Dios.
Los
Sacramentos, herencia de Cristo:
Los
sacramentos, como tales no son un "invento" de la Iglesia. Han
sido dejados en la tradición por el mismo Jesús, quien señaló a sus
apóstoles y a la comunidad como depositarios de ellos, para recordarlo,
para hacer efectiva su presencia y para vivir intensamente la unión a
la comunidad en él mismo. Así entonces, si bien su sistematización y
difusión han sido dadas a la Iglesia, ellos salen de la mano del mismo
Cristo y, por ello, su fuerza está en la misma divinidad y en el
encargo de Él de realizarlos en su nombre.
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